Hoy los miré. Vi a un matrimonio
de mediana edad, con hijos, de los típicos que te encuentras peleando por la
calle en España, o que no se miran, o que no se tocan desde hace años. Los
miré. Y se besaban. Se besaban y se sonreían. Bromeaban entre ellos. Se miraban
con amor y eran felices. Todos se veían felices. Ellos parecían dos
quinceañeros enamorados. Y, en conjunto, todos parecían buenos amigos. Como debe ser.
Ni siquiera tenían dinero. Ni siquiera vivirían en una mansión.
Ni siquiera tenían dinero. Ni siquiera vivirían en una mansión.