México es un país de costumbres. Buenas y malas. Movibles y arraigadas.
Pero, por encima de esas costumbres, las convenciones nunca tendrán más valor.
Porque no hay nada más maravilloso que la riqueza cultural de lo ancestral; ni nada más odioso que oír sin escuchar, que ver sin mirar, que vivir tu vida sin que sea tuya...
Lo cierto es que, a estas alturas, México me duele. No porque ya me sienta mexicana,