sábado, 2 de mayo de 2015

Los habitantes de la noche

Dicen que hay dos tipos de personas: las que atropellan y las que son atropelladas...
Pues bien, yo digo que cuando cae la noche, las posibilidades se multiplican.
Está quien atropella sin querer, quien lo hace a conciencia y quien intenta atropellar. 
Quien paga los destrozos, quien los ignora, quien es atropellado y quien se deja atropellar para cobrar la indemnización. 

Y todo porque de noche, dicen, todos los gatos son pardos.

Tengo un intento de atropello en frente. No para de mirarme. En una de estas se lanza.

Normalmente los que intenta atropellar abren con el bar y cierran al salir. Siempre existen y prevalecen. Más que ningún otro mortal. Tal vez sea porque están solos. Y la soledad, al contrario que el amor, es lo que te hace inmortal. La mayoría de ídolos mitificados y recordados eternamente estaban solos. Ya sea real, o de forma figurada.
En cambio, lo que se crea en pareja, muere en pareja...

Al final de la barra hay un grupo de amigos, o eso parece. No son muy conscientes de lo que pasa a su alrededor. 
No pudo decir más de ellos. El intento de atropello cree que lo miro a él e incentivo su ataque.

Entre nosotros dos se encuentran los ignorantes voluntarios. A saber, una pareja de unos cuarenta años. Y digo pareja, que no matrimonio, porque en el siglo XXI, y en los pubs fuera de lo mainstream, esos roces eróticos a la vista de todos sólo los producen las primeras diez noches de salidas y sexo desenfrenado, o los tequilas. Y no veo el limón por la barra.

Aunque bien es cierto que lo mainstream y el siglo XXI pueden ser incompatibles, o que no conozcamos los vocablos modernos. Al fin y al cabo, quién tocó con su varita mágica a aquel mamarracho con gafas de los 80 para llamarlo hipster, a la de los shorts y las zapatillas para llamarla casual, o a mí con mis vaqueros para pasar a ser mainstream...

Desde luego, no fueron aquellas dos parejas de jubilados, por mucho que pretendan ser modernos.
Sí, los "adorables" ancianitos que se sientan en los taburetes más altos, y mueven la cabeza como si supiesen seguir el ritmo de una canción que ni siquiera son capaces de enmarcar dentro de un estilo concreto.
Pues siento mucho deciros que esos, sí los abuelitos encantadores, son peores que tú a tus cinco años cuando se desinhiben. 
Parecía que me iba a cobrar por el "buenas noches" desganado, primero, y por haberle hecho apartarse el cigarrillo de la boca para decirlo, después.
Aun así, se hacen algún que otro arrumaco con el objeto de que los sigamos considerando Los Abuelitos Adorables.

El caso es que mientras entraban y salían del baño los tres mellizos del trío fiestero en menos de tres segundos, el intentador de atropello ha recibido refuerzos.
A saber qué han ido a hacer allí los trillizos del baño, y por qué no se unirán a los trillizos intentones de la barra.
Por si quedaba alguna duda de su identidad, uno de ellos preguntó si mañana abrían a la misma hora. A las seis, según dicen. Son las cuatro de la mañana. No sé cuántos atropellos tienen oportunidad de realizar en tantas horas y durante todo el fin de semana. Pero estoy segura de que no muchos se dejarán atropellar, y de que los desperfectos, a lo sumo, los pagará el camarero.

Ah... El camarero sin sexo. A juzgar por su mirada y su andar acelerado hacia el baño, él tampoco se fía de Los Trillizos Uno. Pero ya se han ido.
El Camarero Sin Identidad tiene un pelo rubio y lacio que le cae sobre los hombros. Camiseta negra y mirar alegre.
Las luces tenues y bailarinas de un pub corriente, de una ciudad cualquiera, en una vulgar calle, no permiten descubrirle nada más.

Se acerca y me dice que cierran. Es un hombre. Y a pesar de que acaba de entrar un señor con cabellera plateada y bigote a lo boyscout tradicional, con pinta de americano pero más español que su pose sobre el taburete, y le han servido una cerveza; yo, sumisa, me levanto y me marcho.

Después de todo son los camareros los dueños de todas las noches, en todos los lugares, sobre todas las calles del mundo. Son los maestros y sirvientes nocturnos.

Los desperfectos, con los años, se van acumulando.

Al fin y al cabo, mañana abren a las seis. Los intentantes volverán, la pareja de jubilados descansará, el camarero seguirá ocultando sus atributos sexuales tras otro trío de fiesteros y cinco grupos más de amigos.

Yo. Bueno. Yo volveré cuando los mainstream se casen y se pasen al tequila.


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