lunes, 24 de octubre de 2016

21/10/2016

Ahora vuelves a mí, o lo intentas. 
O eso parece...
Honestamente no sé lo que pretendes,
y probablemente no pretendas nada...
De nuevo.



Y lo peor es que tuve que fingir tantas veces que no me importabas
(tan contrario a mis principios que era eso),
que podía seguir con mi vida, 
que podía ser feliz sin verte, sin oírte,
sin depender de ti. 
Que me sentía más fuerte de lo que en realidad era...

Que ya no sé si me lo acabé creyendo 
o si es que de verdad me das igual.
O si es que tengo tantos problemas, 
que mi cabeza te ha relegado por fin a un segundo lugar.

El caso es que... Sí. 
Ya prefiero que no me escribas.
Elijo no buscarte.
Deseo no encontrarte.

Que no me interesa saber de ti...
Si no es para decirme que estás a menos de un mar de distancia.

Y tal vez ese sea el problema
después de todo.

Que ya no te espero,
pero sigo contando contigo.
Que, después de tanto, ya no me haces falta...
Pero que si algún día te da por aparecer,
mi corazón seguirá teniendo reservado tu sitio.

Y es que, bebé, 
sigo creyendo egoístamente que nadie te va a querer como yo lo hice.
Pero mucho me temo que tal vez ya no te amo...
Igual.

Que en las noches en vela ya no eres mi prioridad.
Y que mis sueños tienen nombres de lugares.
Lugares por los que poder pasear sin miedo a toparme contigo,
aunque sólo sea en recuerdo.

Lugares en los que mi mano no sea presa de la tuya
(aunque reconozcámoslo:
ambos sabemos que nunca una prisión tuvo tantos celos de un tipo de condena).

Y es que dicen que hay historias que nunca acaban.
Pero lo que nadie sabe es qué hacer con las que no fueron capaces de marcar su comienzo...

A lo que voy es a que no puedo decir que se acabó,
porque siempre será mentira.
Pero ahora puedo decir, sin miedo a equivocarme,
que no sólo puedo vivir sin ti,
sino que estoy aprendiendo a hacerlo.

Te amo.
Siempre tuya 
(literalmente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario