martes, 6 de septiembre de 2016

Personalizándome

Siempre intento evitar escribir sobre cosas muy personales. Por vergüenza, por timidez, porque no es justo que alguien que me lea sin conocerme me conozca más que mi propia familia. O porque eso es ponérselo muy fácil a un asesino en serie.
Bueno, lo cierto es que sí lo escribo, pero nunca lo publico.

El problema es que el papel es mi mejor amigo, y mis pensamientos plasmados en un documento de Word, ahogados por el sonido de las teclas de mi ordenador, son la inquietud más relajante que encuentro.
Y la gente que me lee o comenta, la gente que se ríe, se emociona o se siente identificada, aquella que se molesta o altera al leerme, son mis... ¿Confidentes? Quién sabe. Tal vez sólo sea una forma de alimentar mi ego. Y creerme algo que no soy. 
Pero de eso va esta vida, al fin y al cabo, ¿no?

¿Cómo puede un escritor serlo sin alguien que lo lea?

Total, que me dije a mí misma que cuanto antes se atreviera a desnudarse un escritor, menos tardaría en escribir con sinceridad. Y soy consciente de que me pueden destruir al hacerlo, pero después de todo soy algo así como un ¿proyecto? de periodista. Lo que quiere decir que, dadas las circunstancias, ser destruida es algo intrínseco a la profesión. Y que cómo voy a conseguir que alguien me confíe un secreto si yo no me dejo ver antes. 
Que al final, en esta vida, cuanto antes te descubras, menos mierda pueden sacar después en tu contra. 
Nada teme quien no tiene nada que ocultar.

Y que qué sentido tiene hacer un blog personal si no es, pues eso, personal.

Y en fin, que sí, que lo he hecho por miedo. 
Porque cuando tenía 16 años empecé a escribir un "libro de mi vida", y un señor de unos 30 años me dijo que era un acto de valentía escribir una autobiografía. Y yo no entendí por qué. Y menos aún viniendo de alguien tan "valiente" como para doblarme la edad. 
Porque odio el miedo y la gente a la que paraliza; y porque siempre he intentado vivir mi vida con valentía, aunque mi almohada me doble el peso, de tantas lágrimas absorbidas. 

Total, que aquí estoy. Demostrando una vez más cómo me tiembla el pulso y me bailan las letras al deciros que soy yo. Que estoy aquí. Y que no me voy a ocultar más.

Que eso no es lo mismo que sentirse libre de pecado porque nadie lo está. Porque yo, como la mayoría, he hecho cosas de las que no me siento orgullosa. Aunque nunca entiendo el tipo de frases como si pudiera volver atrás. Yo es que soy más de no arrepentirme. Puedo elegir mal o bien, actuar ejemplarmente o de manera muy reprochable. Pero mientras yo no me arrepienta del tiempo gastado, el esfuerzo empleado y las lágrimas derramadas, todo está bien. Que no hay rencor más amargo que el propio.

Total, y todo esto para deciros, casi al final de esta parafernalia, así en letra pequeña, para que no lo notéis, que me siento sola.
Que he vuelto de un lugar al que me fui realmente sola y que me enseñó lo que de verdad era la amistad, que me hizo sentir afortunada; a un lugar que se supone que es mi hogar, en el que me siento sola.

Que echo de menos tener a alguien con quien perder el tiempo, hablar de mil tonterías sin hacer nada más, reír a carcajadas, sin necesidad de contar qué me pasa.
Que me siento sola porque un año es mucho tiempo, y cuando regresas descubres que no todos tus "amigos" lo eran en realidad. Por no decir casi ninguno.

Que me da vergüenza admitir que fui la primera en luchar y reconfontar a todos con la cabeza bien alta, con un esto no es una despedida y un nos vemos pronto, y ahora me tenéis aquí. Sola. A 8000 kilómetros, preguntándome qué tiene de real una amistad tan lejana y a la que ni siquiera sabes si volverás a ver. Cuando la siento tan ficticia, tan ilusa, tan... Eso. Irreal.

Sola, porque en toda mi vida mis "mejores amigos" nunca me han visto llorar -y digamos que no soy de esas personas con sequía interna-, y allí me han soportado llorando a gritos hasta obligarme a que rompiera cosas. Me han sentido mal por Whatsapp hasta salir de sus trabajos y venir a mi casa, aún estando en la otra punta de una gran ciudad. 
Vivo en un pueblo y nadie nunca ha hecho eso por mí aquí. Ni parecido. 

Y no culpo a nadie, porque probablemente yo tampoco lo haya hecho. Qué fácil es culpar al otro de nuestras carencias... 
Probablemente yo aquí tenga la amistad que merezco, y sin embargo a la gente que encontré en la otra punta del mundo nunca la merecí. Y lo sabía. 

Sola porque... Porque sí. Y punto. Porque lo de no tienes que sentirte así con todas las cosas buenas que te pasan y que hay gente peor, es muy cierto pero también una falacia.

Porque cada quien tiene derecho a sentirse como quiera, cuando quiera. Sólo faltaba que también se nos prive de ciertos sentimientos por nuestra "suerte". Sólo quedaba que nos pusieran límites a lo más abstracto de la naturaleza humana. 

Así que sola. Y punto. 
De verdad os echo de menos. Pero no sé si es eso lo que más, o es los buenos ratos, o la independencia. O si es quien era yo cuando estaba con vosotros.
Cosas de escritores y problemas existenciales, qué sé yo.

Sola porque sí. Y no busco lamentos, apoyo, consuelo, lástima o palabras. Sé que estáis ahí. Lo sé.

Y, hoy por hoy, estoy bien. 

Sólo me apetecía abrirle un rato la puerta a la soledad. Y dedicarle este texto. Para que también ella sepa que no la olvido.
Y que se lo merece. Por todos los ratos. Por todos los momentos. Por todas las ausencias... 

1 comentario:

  1. Señorita andaluza, usted es mi mejor amiga y se le extraña en México, vuelva por favor. ����

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