domingo, 4 de septiembre de 2016

La leyenda del loco del autobús

En todo autobús existe una leyenda, quizás no tan leyenda, que perdura año tras año. Es la leyenda de "el loco del autobús". Si subes a cualquier línea de bus, un día cualquiera, a una hora cualquiera, y ves a alguien hablando solo, ese es el loco del bus. El loco del bus llega cuando tú ya estás montado, y suele irse cuando tú te vas (o, como mucho, una parada antes).

Si, además, eres de los que prácticamente hace el recorrido entero de la línea, harás el recorrido entero del loco del autobús. Serás, como yo, el que sube con mucha gente para al final quedarse a solas con él, mientras acecha, mientras tú vuelves la mirada para no cruzarla con la suya.

El loco del bus nunca irá acompañado. Siempre te mirará. A veces más de lo normal. Usualmente hablará solo y en voz alta. A veces gritará, incluso con enfado e insultos.

El loco del bus sólo está en el bus. Tal vez porque "el loco del tren" no suena tan bien, ni "el loco del avión". Sí es cierto que puede haber sucedáneos en un avión. Pero suelen ser personas que no han volado nunca, que les da miedo, o que están tan acostumbrados a hacerlo que pasan de todo. Pero no hay un "loco del avión". Tampoco el "loco del tren" existe. En el tren todo el mundo tiene algo que hacer. Y, quien no, duerme.

Sólo existe ese tipo de loco. El del bus. Ese (normalmente) hombre que te hace sentir incómodo el resto del viaje. Tiene varios modos de actuación, aunque todos fácilmente identificables.

Pueden subir directamente insultando y gritando. Esa es la mejor forma de identificarlos. Aunque no es muy difícil hacerlo. Al menos para mí, después de haber visto tantos. La forma de vestir, de caminar, de mirar... ¡Pero no hay que olvidar no juzgar por las apariencias! Ya. Claro. Eso se dice. Pero en un autobús de 40 minutos, o en dos como yo cojo, el aburrimiento da para mucho. Y para identificar al loco del bus antes de que se siente al lado tuya tienes que aprender a juzgar. Pero a juzgar bien.

Si no entra de forma llamativa, la segunda forma de identificarlo es por las dudas a la hora de escoger un sitio, potenciado a veces por la frecuencia con la que se cambia de asiento. Una persona cuando va a subir a un autobús ya tiene decidido su sitio. Se cerciora de que está libre o cambia de parecer cuando sube, mientras va a pagar el billete; y puede que lo haga una última vez cuando se dirija al lugar. Pero no duda tres veces cuando está junto al asiento.

Puede darse el caso, también usual, de que no tenga ningún comportamiento extraño al sentarse. Que no lo hayas identificado. Aunque, sinceramente, nunca he coincidido con un loco del bus así. Pero cuenta la leyenda que esos también existen por ahí, en algún lugar... Pero bueno. Pensemos por un momento que existen. Entonces, lo normal será que comience a hablar con quien se le siente al lado, pero con un tono de voz lo suficientemente alto como para que lo oigas. O se pondrá a hablar con todo el mundo, incluso contigo, aunque estés diez asientos más lejos. Otra conducta más que típica es que no pare de mirarte, o que se vaya acercando a ti. Eso sí, siempre se acercará a ti. Nunca a nadie más. Aunque el autobús esté lleno. Me pregunto si tendré una mirada especial que advierta a los locos del bus que me he dado cuenta de que son ellos.

Luego, podemos encontrar infinidad de actuaciones. No podría abarcarlas todas, pero sí puedo hablaros de uno que le pidió a mi amiga el móvil para llamar a alguien y al ver que no se lo cogían, siguió llamando y llamando. Estuvo a punto de no devolverle el móvil cuando teníamos que bajarnos. También puedo hablaros de alguien que pasó todo el trayecto preguntándome si me había burlado de él, de otro que no dejó de mirarme las piernas mientras estaba sentado a mi lado, de otro alguien que miró un billete de cinco euros que guardaba en la cartera como si me lo fuese a quitar. Y sé de una señora a la que se le acercó el loco del bus y le contó que esa mañana se había tenido que bajar porque notó que se había cagado encima.

Es cierto que hay veces que he pasado miedo (la mayoría), en especial cuando se dirigen a mí o cuando el autobús estaba medio vacío. También ha habido muchas otras, en especial cuando no se han acercado a mí, en las que me he reído (o contenido para no hacerlo, y que no me acusasen de burla de nuevo), o veces en las que he tenido anécdotas que contar, como en esta ocasión. Hay muchas veces en las que me pregunto si no será que me tomo demasiado en serio estas cosas, si debería pasar de todo esto y limitarte a ser, como el resto del autobús, un smartphonista más. Pero lo siento. Si de algo no soy capaz en este mundo es de dejar de maravillarme por él y por cada uno de los seres que lo habitan.

Sintiéndolo mucho para todos los que hayáis experimentado algo de esto, no voy a daros aquí la solución para evitar al loco del bus. No existe. Existen los pequeños métodos que creemos que nos salvarán y que al menos nos dan una excusa ante él, pero no la solución definitiva. Entre estos métodos puedo deciros el de poneros los auriculares por si os hablan, aunque no escuchéis música (la más recurrida por mí), levantaros del asiento para que no se os sienten al lado y pasar el trayecto de pie como si os fueseis a bajar en cualquier momento (poco eficaz si lo haces tan descaradamente que luego te acuse de rehuirle), o bajar la mirada o cerrar los ojos para haceros los distraídos o los dormidos (que tampoco es eficaz si decide despertaros, o que no necesitáis dormir).

Sea como sea, y a pesar de que soy consciente de que no resuelvo nada, sólo hay dos cosas que he aprendido de estos personajes. La primera es que con toda certeza a un hombre al que le da igual entrar gritando en un autobús le va a dar aún más igual echarte algo en cara, ya sea que te levantes del asiento cuando él se siente, que te alejes de su lado o que lo ignores cuando te hable. Así que, hagas lo que hagas, hazlo siempre con precaución.

La segunda, y es la más importante y de la que más segura estoy, es que no olvidéis nunca que cuando después de recorrer el autobús con la mirada varias veces en cada parada no conseguís identificar al loco del autobús, dejéis de buscar. El loco del bus eres tú.

¡Buen viaje!

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