Estoy cansada.
Cansada de malgastar días, horas, minutos y segundos.
Cansada de tener un día bueno y cinco malos.
Cansada de que el fin de semana pase en un pestañeo,
en el que lo único que consigo hacer es llorar y tener dolor de cabeza.
Cansada de añadir al lidiar con la vida,
complicaciones innecesarias.
Cansada de volver de trabajar a luchar,
a diario.
Cansada de no tener ni un respiro.
Cansada de que el estrés, el dolor, la tristeza, el enfado, el miedo y el resentimiento
sean mucho más frecuentes que la tranquilidad, la felicidad, el amor, el cariño, las risas, los chistes y los buenos momentos.
Estoy cansada de que cada paso adelante, sean cinco hacia atrás,
de que el orgullo y el odio ciego te puedan tanto que ya no sepas ver nada bueno,
de que el resentimiento y el dolor sean tal que ya no quieras disfrutar nada.
Estoy cansada de ser la mala en tu historia, en cada situación.
Pero sobre todo estoy cansada de ser insultada y atacada a diario,
como si no me hubiera tomado toda una vida construir la seguridad y autoestima que ahora poseo.
Estoy cansada de ser mal entendida y comprendida,
de que mis sentimientos y necesidades apenas cuenten,
y mis palabras y actos solo sean importantes cuando te hieren,
cuando hago algo mal, cuando cometo algún error,
o cuando ataco o me defiendo, a un nivel parecido al tuyo.
Estoy cansada de que la única forma de amar aceptable sea discutir, pelear o huir.
Cansada de dormir y despertar mal, o en soledad.
Cansada de compartir y adaptar toda mi vida a alguien,
como si no me costara cada vez más volver a organizarla.
Estoy cansada de abrirme y dar todo, cada vez, de nuevo,
todo de mí, para volver a demostrarme cuánto no debí haberlo hecho.
Cansada de ir siempre por detrás, de seguir pasos sin pensar,
de callarme para hacerme gustar o querer,
de ser siempre la que se adapte y sentirme mal por quejarme.
Pero sobre todo estoy cansada de siempre apartarme a mí, para dar paso al resto,
como si no me costara cada vez más recuperarme.
Cansada de llamar a mamá con una buena noticia,
para darle las malas unas semanas después.
Cansada de ser la loca, la egoísta, la controladora, la no normal,
como si necesitara a alguien más a mi lado para recordarme a diario todo lo que yo me digo en mis peores momentos.
Estoy cansada de acostumbrarme a alguien,
de volver a casa con ganas, extrañando, preparada para disfrutar,
para dormir abrazada a alguien que me importa y a quien importo,
para que en cuestión de segundos el sueño se esfume,
y solo de paso a más dolor y ausencia.
Cansada de que cada día sea una nueva incertidumbre.
Cansada de vivir cada día esperando al siguiente momento en el que todo va a estallar,
de nuevo.
De qué manera esta vez, qué tan fuerte será la expansión,
y cuánto van a durar las consecuencias.
Estoy cansada de estar en guerra,
pero sobre todo estoy cansada de seguir bajando la guardia,
para que el alto el fuego no fuese real,
y la bandera blanca solo un truco más para dejarme indefensa.
Pero, por encima de todo, estoy cansada de creer.
En el amor, en la familia, en las relaciones, en las personas.
Cansada de creer una y otra y otra y otra y otra vez.
Como si no hubiese tenido ya suficiente,
como si no fuese bastante con vivir,
como si el desenlace hubiese sido alguna vez diferente,
como si no acabase siendo yo, una vez más, la culpable de todo.
Estoy cansada de moverme con pies de plomo,
para ver cuál es la próxima mina que piso,
sin sospechar siquiera que estaba ahí.
Cansada y ya.
Cansada de intentar hacer esfuerzos, buscar soluciones,
cambiar, probar cosas nuevas o contenerme,
para intentar un nuevo resultado, un desenlace más feliz.
Para que los intentos queden solo en eso,
o simplemente en algo invisible,
o algo que no es capaz de cubrir o borrar todo lo malo.
Simplemente cansada,
de que la tristeza
siempre siempre
acabe ganando a la felicidad.
Cansada.
Y ya.
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