Era un sueño.
Y probablemente ese era el problema.
Que era demasiado bueno.
Se sentía demasiado real.
Me hicieron soñar.
Creer.
Y yo creí como nunca.
Era tan maravilloso que parecía irreal.
Y supongo que al final lo fue.
Eran planes de futuro
promesas,
exageraciones de una u otra forma.
Todo rápido,
todo directo,
todo "natural".
Todo "como debía ser".
Pero, ¿de dónde sacamos que algo es "como debería ser"?
Nunca olvidaré a aquella chica que me dijo una vez:
"antes de mi primera relación, había aprendido a protegerme,
a poner condones,
pero nadie me enseñó nunca
cómo debía sentirse el amor,
qué era realmente,
y qué no".
Me vendiste un futuro que yo habría creído imposible para mí.
Un tipo de amor,
atención
cuidados,
cariño,
casi idolatría.
Una familia.
Una realidad.
Realidad
-o sueño-
que yo había intentado reprimir y rechazar a diario
desde casi mi adolescencia.
A sabiendas de cómo era el mundo,
a sabiendas de quién era yo,
y de lo que quería de la vida.
Pero, tristemente,
el sueño seguía ahí.
Cada vez más oculto,
o ignorado.
Menos fuerte,
menos real,
y más adornado.
Pero ahí,
siempre acechante.
Esperando la más mínima atención,
el más mínimo cambio,
la menor señal de algo diferente,
para saltar a por todas.
Ya nunca lo hacía, todo hay que decirlo,
Estaba bastante controlado.
O, más bien, ya nada me sorprendía,
ni me parecía diferente.
O no lo suficientemente diferente como para sacarlo a relucir en vano.
Culpo a Disney,
a las canciones,
a los personajes.
A la música en general,
a la industria cinematográfica,
las telenovelas,
las series,
y hasta a las historias que exagera la gente.
Culpo a la sociedad, en realidad.
A la gente en el poder.
Por hacernos creer que el fin de todo ser es encontrar a su "otra mitad",
y convertirla en familia.
Y crear una nueva.
Por no enseñarnos a distinguir el amor,
de todo lo contrario.
Por no hacernos separar el dolor,
de la idolatría o el cariño.
Por no acostumbrarnos a huir,
cuando somos heridos.
Y a no dar segundas oportunidades
-ni terceras, cuartas, o quintas-
cuando nos han tratado peor de lo que nos trataríamos nosotros mismos.
O como trataríamos a otros.
Por no educarnos en el amor,
propio y ajeno.
En el respeto,
hacia nosotros mismos.
En el valor que tenemos simplemente como persona,
y en los valores que queremos para ella.
Culpo a todo,
y a todos.
A lo largo de la historia,
del mundo.
A los cercanos y lejanos.
Y me culpo a mí.
Siempre a mí también.
A la que más.
Porque mi vida es mía,
al fin y al cabo,
hecha por y para mí.
Y es ella la consecuencia de mis propios actos y decisiones
Porque si no fuera por nada de eso,
si no fuera por nada de mí,
si no fuera por nada de ti,
o de otros.
Del mundo,
de la realidad y realidades.
Tal vez, entonces,
solo tal vez,
si no fuera por nada de eso,
no estaría donde estoy.
Como estoy.
Una vez más.
Una vez menos.
Otra peor.
Después de tanto.
Después de tantos.
Porque al final,
los sueños,
por algo lo son.
Y por algo los sentimos irreales.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario