Solo en los pocos momentos de quietud y soledad me doy cuenta de donde estoy realmente.
En los pocos momentos en que me permito parar y pensar,
de lucidez real,
son en los que apenas atisbo lo que estoy realmente haciendo.
O lo que no.
Y a veces ni en esas.
Llevo tanto tiempo anestesiándome de todas las maneras posibles
aturdiéndome, distrayéndome,
cumpliendo con todos los clichés conocidos,
tapándome los ojos,
cegándome el cerebro,
que ya no sé si sé qué es real.
Y qué no.
Pero claro que lo sé.
Y ese es el problema.
A veces casi consigo creer que no es real.
No tengo ni que repetírmelo,
ni que autoconvencerme,
ni que gastar energías en negármelo.
Porque precisamente eso es lo que mi mente hizo de forma automática.
Las mentiras que yo solita me conté,
el estado en el que yo misma me mantuve,
y mantengo,
la mayoría del tiempo
para seguir a flote.
Sobrevivir. O eso dicen.
Y es que eso hago, por ahora.
Funcionar en piloto automático,
dejar la marcha metida,
el acelerador pisado,
y casi casi desconectar los frenos.
Porque a veces me digo,
me pregunto,
me lamento,
que no pudo haber pasado.
Que todo aquello no pudo suceder.
Pero sucedió.
Pasó.
Y es en los pocos momentos de lucidez
en los que entiendo por qué se llama supervivencia.
En los que entiendo por qué me aturdo.
Por qué no puedo echar el freno.
Porque es real.
Todo lo fue.
Y el dolor aún más.
O cada vez más,
que es aún peor.
Llevo tiempo corriendo una maratón
sin línea de meta.
Convirtiéndome en todo lo que nunca fui.
Paliando,
o más bien ocultando,
todo dolor, todo sentir, toda realidad,
con lo que nunca pensé usar.
¿Pero he tenido alguna vez un dolor semejante
como para necesitar actuar así antes?
Dicen que el remedio es proporcional al dolor.
Pero mucho me temo que este dolor no ha llegado aún a todo su potencial.
Que toda esta evasión no me está dejando doler,
que el sentir aún no ha recorrido la mitad del camino,
y que el día que esto explote, no sé si puedo atenerme a las consecuencias.
Pero es que es real.
Pasó.
Y soy yo misma la que no me puedo permitir sentir.
Soy yo la que seguiré anestesiando
porque es la única forma que conozco ahora para poder funcionar.
Porque el día que me tome un descanso,
el mundo se detiene.
Porque el día que me siente a sentir
todo lo que soy se acaba.
Y a estas alturas no estoy tan segura de que de eso pueda regresar triunfante.
O yo.
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