Nos gusta ligar. Lo he resuelto. No queremos amores
infinitos, casarnos para siempre ni morir enamorados. Eso no es romántico.
Lo romántico son los amores imposibles, los matrimonios
prohibidos y morir de amor por alguien con quien no puedes estar. Eso es lo
verdaderamente romántico.
Nadie quiere un amor duradero, de película. Lo que nos gusta
de las películas románticas es el momento en el que se conocen y se palpa el
amor en el aire. Ese coqueteo tímido pero aparente que produce química en un
encuentro.
Y como en las películas, también es eso lo que nos gusta en
la vida real. 
No nos gusta llevar dos años con una persona, si no
conocerla de dos semanas y darnos el primer beso. 
No nos gusta despertarnos y acostarnos todos los días con
esa persona, queremos hacerlo una vez y echar de menos las demás. 
No nos gusta ser fiel, nos gusta besar impulsivamente.
No nos gusta lo ordinario, nos gusta lo que se sale de lo
común.
No nos gusta la rutina, nos gustan las noches locas.
No nos gusta amar todos los días igual, sino que nuestro
amor tenga altibajos.
No nos gusta querer por aburrimiento, sino querer con
ganas.
No nos gusta pasar la noche con cualquiera, nos gusta arder
de deseo.
No nos gusta no sentir nada, nos gusta sentir lo imposible.
No nos gusta convertirnos en la posesión de alguien, nos
gusta ser libres.
Nos gusta coquetear. 
Nos gusta “tontear”.
Nos gusta provocar. 
Nos gusta molestar. 
Nos gusta enfadar y que nos enfaden.
Seamos realistas. Cuando 
llevamos una larga temporada con alguien, lo que queremos no es estar
con él para siempre, lo que realmente deseamos es que se acabe sin discusiones,
sin dolor, sin enfados, y que esa noche salgamos a comernos el mundo. 
Y nos volvamos a enamorar, ¿por qué no? Y tal vez volvamos a
caer. Sí. Pero caeremos con pasión y con nuevas esperanzas, porque la anterior
caída no habrá sido dura.
Volveremos a amar igual pero con energías renovadas, por lo
que nunca será igual… 
 
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