Esa sensación de no sé dónde estoy, cómo he llegado hasta
aquí, quién soy yo. Ese profundo miedo a lo desconocido, o a lo excesivamente
conocido.
Vives tu vida día tras día sin prestar atención a nada ni a
nadie. Tratas de no pensar porque, en un principio, estás feliz llevando la
vida que llevas.
Pero de pronto un día cambia todo. Un instante de lucidez,
de reflexión, bastan para que despiertes. Tan sólo un efímero momento que
puede cambiarlo todo, que te hace ver la realidad de otra forma. Que te hacer
ver tu vida tal y como es.
Y no te conoces. Te sientes engañado, saboteado, utilizado…
Pero nadie ha tenido la culpa. No hay peor engaño que el tuyo propio. No hay
mentira más creíble que la que tú mismo creas con ese propósito.
Pero ya es tarde. Por no prestarte la atención que te
mereces tu estilo de vida es distinto. Para cuando te escuchas, tus
sentimientos ya no son los mismos. Para cuando te analizas, ya no te conoces y
no querrías haberte conocido nunca. 
¿Y ahora qué? ¿Cómo me he convertido en lo que soy? 
Quiero ser libre, pero quizá ya es tarde. 
Quiero disfrutar de la vida, pero quizá ya no puedo. 
Quiero vivir como quiera, pero quizá ya no tengo esa
oportunidad.
Y no puedes porque sabes que harás daño. Que harás daño a
todo aquel que te rodea, a todo aquel que te quiere, a todo aquel para el que
significas algo.
Piensas que te conoces, pero para cuando quieres darte
cuenta, la persona que habita en tu piel es ya un desconocido.
Entonces la gran incógnita es, ¿qué debo hacer? O, más bien,
¿qué quiero hacer? Sobre todo sabiendo que, tomes el camino que tomes, te
encontrarás en la misma situación de nuevo. 
Con continuos ataques de “no soy
feliz aquí”.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario