domingo, 15 de diciembre de 2013

Egoísmo crónico

Basta un gesto, un acto, una frase,  o tan sólo una palabra para salvar una situación, para saber que alguien merece la pena, para saber que le importas a alguien.
Pero de la misma forma basta tan sólo un ínfimo hecho para darte cuenta de que has vivido en una mentira...

Solía creer a todos, dar un voto de confianza a cada persona que se me acercaba, pero pronto descubrí que era en vano. Pronto te das cuenta de que hay poca gente que merezca la pena.
Y en cualquier caso, ¿qué más da? Si la gente a la que de verdad le importo no me importa a mí.
Sí es cierto. Puedo ser egoísta pero todos tenemos personas a las que no les prestamos demasiada atención, o a las que no podemos corresponder, pero que darían todo por nosotros. 
Pues lo mismo nos sucede a la inversa, luego nos toca a nosotros  escarmentar.

“Ama a quien te ama y no a quien deseas, porque aquel a quien amas te dejará por aquella persona a la que desea.” 
Ojalá fuera tan fácil, pero no lo es. Hacer eso supone un acto de fe tan inmenso como renunciar a tus propios intereses, a tu propia libertad.
Y  hablemos claro, todos en nuestro yo más profundo deseamos la libertad por encima de todo. Como en aquella canción de Lana del Rey, yo personalmente tengo una “obsesión por la libertad”. 
Esto me recuerda a otra cita que me impactó y me caló sobremanera cuando la oí: 
“Para saber decir  ‘Yo te amo’ primero hay que saber decir YO” (Ayn Rand).

No lo negaré por más tiempo. Cada vez les tengo menos respeto a las personas, cada vez me doy más cuenta de que se puede confiar en poca gente. Nunca hay que olvidar que el diablo fue una vez un ángel.

Me declaro oficialmente una egoísta empedernida, pero viendo el egoísmo que reina a mi alrededor quizá ya me tocaba a mí formar parte de él.

Llamadme egoísta, sí. Pero al menos así lo que sea en la vida será gracias a mí, y no podré culpar a nadie más; porque nadie merece nada mío…o yo no merezco nada de nadie.




  

No hay comentarios:

Publicar un comentario