domingo, 23 de febrero de 2014

Esa chica

Hay palabras tan cargadas de significado que nadie puede poseerlas, que nadie tiene derecho a decirlas. Como ‘amar’ u ‘odiar’…como ‘amor’ y ‘miedo’…

A veces creo que no puedo sentir amor. Que la palabra en sí es tan fuerte que nadie puede sentir lo suficiente dentro de sí como para tener el derecho a pronunciarla.

¿Es posible no sentir amor? ¿Es posible no tener miedo? ¿Es posible no albergar sentimientos? 

En ocasiones pienso que si no estuviese rodeada de gente que me lo recordara a cada momento, no me consideraría humana.
En ocasiones me veo como una máquina, como algo artificial, carente de sentimientos y de solidaridad. Carente de empatía. Alguien solitaria y que no necesita de nadie para ser feliz. Es más, como alguien que no puede ser feliz pero que tampoco lo busca.
Tengo la sensación de que toda persona que se me acerca más de lo establecido, está automáticamente predestinada a sufrir. Pero lo llamativo no es su destino, sino mi indiferencia. Mi ausencia de palabras. Mi rostro inexpresivo. Mi irritabilidad constante. Mi mirada fría y desprovista de todo sentimiento. Mi boca tensa y sin atisbo alguno de sonrisa. Mi cabeza alzada más arriba de la suya. Mis hombros perfectamente alineados que no pueden permitirse caer ni un milímetro.

En efecto, esa soy yo.

Soy esa persona que no habla con desconocidos, pero tampoco lo intenta con conocidos. Soy esa chica que puede permanecer todo un día sin pronunciar palabra. Esa chica que no va a fingir una sonrisa, aunque tenga que pasar horas con un gesto molesto dibujado en su cara. Esa a la que ves como una estúpida, como una rara. Soy esa chica que llega sin que nadie se dé cuenta, y esa chica que se va cuando le apetece. Y si te has percatado de su presencia no te percatarás de su huida.

Y ese es en sí el problema. Que si notas que estoy allí también notarás que me voy, pero no sabrás cuándo. 

Porque soy la chica que no espera por nadie...aunque esperen por ella.


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