Hoy vengo
por aquí sólo para contaros algo que me pasó en el autobús de camino a la
universidad...
Cuando hablo con mis amigos de España de cómo se
comportan aquí los hombres, no se lo creen.
Cuando se lo comento a la gente de aquí, no les parece destacable. Es más, es algo normal para ellos. Algunas mujeres piensan que incluso algo "obligado", algo que les corresponde por derecho; y si los "machos" no hacen lo esperado, ellas se quejan. Eso conlleva, por supuesto, que tampoco den las gracias.
Cuando se lo comento a la gente de aquí, no les parece destacable. Es más, es algo normal para ellos. Algunas mujeres piensan que incluso algo "obligado", algo que les corresponde por derecho; y si los "machos" no hacen lo esperado, ellas se quejan. Eso conlleva, por supuesto, que tampoco den las gracias.
El caso es que subí al autobús esta mañana y estaba
lloviendo. Ya se sabe; y si no, lo cuento yo:
Cancún = Humedad = Calor
Calor + Lluvia = + Humedad = Ventanas abiertas
Cancún = Humedad = Calor
Calor + Lluvia = + Humedad = Ventanas abiertas
Total, que medio autobús íbamos de pie porque los
asientos más próximos a las ventanillas estaban mojados. El caso es que me
quedé allí parada, agarrándome a los respaldos de dos de ellos, y el señor que
estaba en el primero intentó quitar un poco el agua que había sobre el asiento
de su lado.
Pensé que lo hacía como acto reflejo, y no le presté mayor atención.
Pensé que lo hacía como acto reflejo, y no le presté mayor atención.
Pero al poco tiempo, sacó una bolsa de plástico y
lenta y pausadamente siguió secándolo.
Fue entonces cuando pensé: guau, me lo está limpiando para que yo me siente.
Fue entonces cuando pensé: guau, me lo está limpiando para que yo me siente.
Y, cuando ya creía que me iba a hablar o que iba a
dejar su tarea -porque, como digo, no tenía ninguna prisa, casi parecía que lo
estaba haciendo casualmente-, se cambió. Se sentó en la silla de su lado, aún
mojada, y ni me miró.
Acto seguido, aunque un poco dubitativa, yo me senté
en el asiento en el que se encontraba el señor unos segundos antes. Siguió sin
mirarme. Le di las gracias, con la boca pequeña, un poco avergonzada. Me
imaginé que ni me habría escuchado. Pero, para mi sorpresa, me murmuró un casi
inaudible "de nada" incrustado en una media sonrisa. Siguió sin
mirarme.
Así transcurrió todo el trayecto hasta que en un gesto casi imperceptible de
acomodar sus cosas, interpreté que se bajaría en la siguiente parada, y me
levanté. El señor se fue. Sin una palabra más, ni una mirada.
No sólo secó el asiento para que yo tuviera espacio,
sino que aún se sentó él en el que estaba mojado. No sólo no me instó a que
tomara asiento, sino que estoy segura de que si no lo hubiera hecho, nunca me
habría dicho nada, y se habría quedado todo como un acto casi casual. Ese
hombre no quería reconocimiento por un acto tan simple y voluntario, y a la vez
tan increíble.
Uno de esos pequeños gestos que nos devuelven la fe en la humanidad.
Uno de esos pequeños gestos que nos devuelven la fe en la humanidad.
No voy a defender nada con esto, ni a criticar. No voy
a imponeros ideas absurdas, ni a crearos otras.
No voy a decir qué país es machista y cuál feminista, cuál otro es educado y cuál maleducado, cuál está desarrollado y cuál atrasado, ni cuál saldrá adelante y cuál morirá hundido en su propia miseria.
No voy a decir qué país es machista y cuál feminista, cuál otro es educado y cuál maleducado, cuál está desarrollado y cuál atrasado, ni cuál saldrá adelante y cuál morirá hundido en su propia miseria.
Yo sólo me limito a contar las cosas que veo y vivo,
aquí, a 8000 kilómetros de casa, en un país y cultura totalmente distintas a la
mía. Tan sólo percibo y retransmito.
Que cada quien sea libre de juzgar y sacar sus propias
conclusiones.
Gracias.
 
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