domingo, 11 de febrero de 2018

El paraíso de tu olvido

Hay algo de magia en las relaciones acabadas.
Una especie de... Paraíso en el hecho de olvidar a alguien. 
Y no hablo de odio, de despecho, de obligación ni de apariencias. 

No se trata de decirle a tu mejor amiga que ya lo olvidaste o cuánto lo odias, ni de obligarte a ti mismo a no nombrarlo delante de tus tantos amigos que ya se cansaron de decirte basta. Hasta de prohibirte nombrarlo en tu cabeza. 
Todo eso es imposición, obligación. Es conformarte y aceptar las cosas cuando no queda más remedio. Cuando quieres que dejen de doler. Aunque desde ya, te aviso, que seguirá doliendo. A veces por mucho tiempo, tomes las medidas que tomes. 

Pero no, no es de eso de lo que hablo. Me estoy refieriendo a un sentimiento, tristemente, mucho más imperceptible.

Es una sensación. Un pensamiento fugaz. Un suspiro en voz baja. Un efímero recuerdo que, de repente, ya no duele. Y te hace volver a respirar. Más aún, te hace darte cuenta de que llevabas tiempo conteniendo la respiración. 

Y en ese mismo instante comprendes que se acabó. Que esa historia no existe más que en tu recuerdo. 

Ya está. No hay más. Porque es así de simple. 
El odio va disminuyendo, y se va transformando en un sentimiento que no sabes muy bien qué es. Puede que incluso el amor vuelva a reemplazarlo en algún momento de ese proceso. La supresión de la culpa, propia o ajena. 
Pero se sigue haciendo pequeño, más pequeño. Y se convierte en un mero pensamiento, casi por costumbre. 
Y los pensamientos, todos sabemos, que también terminan por desaparecer. 

Y sin saber cómo, ni por qué, ya no está ahí. Se fue, para siempre. Y no pudiste celebrarlo de la manera en la que creías que ya lo celebraste hace tiempo cuando "se acabó" delante de tus amigos.
Ni aquella otra que saliste de fiesta para olvidarlo todo. Ni tampoco todas esas en las que te dormiste con la almohada empapada diciéndote que no llorarías más. 
Despiertas y te das cuenta de que ninguna de esas fue verdadera.
Esta lo es. Y sabes que lo es porque sólo sientes alivio. Alivio y felicidad. Y una extraña sensación de no comprender por qué lo pasaste tan mal. Por qué se llevó tanto tiempo en ti. 

Es ahí, y justo ahí, cuando entiendes que no volverá. Que se fue para bien. El hecho tan simple de no ser capaz de comprender(te) que una situación te hiciera llorar y sufrir sobremanera, es el único y más sincero indicativo de que nunca volverá a tener control sobre ti. 

Por eso, normalmente le escribo al amor y al desamor, a la pasión y al dolor, a las cosas más sentidas. 

Y es que dicen que sobre la felicidad no se hacen los mismos escritos -las mismas canciones, las mismas películas- que sobre la tristeza. 

Pero es que el hecho de ser feliz no supone que nunca hayas sufrido.
Al contrario: significa que has dejado de sufrir. Siempre por ahora, porque nada en esta vida es permanente. Nada. Ni lo que creemos que lo es, o será. 
Así que ahora eres feliz, pero pronto quizás recaigas. Y al menos este post te servirá para darte cuenta, o recordarte, que aunque ahora estés triste, fuiste feliz, hace no mucho. Y lo volverás a ser. Dentro de no mucho. 

Aunque a veces los mucho se hagan demasiado. Y los periodos de tristeza y felicidad no estén equilibrados. 

Pero confía en mí. O, mejor, confía en ti.

Al fin y al cabo, la frase no debería ser "y de pronto llega alguien que...", sino algo así como "y de pronto se va alguien que...". Que te hace quererte. Que te hace ser feliz. Que te hace darte cuenta de todas las tonterías que hiciste y a las que estabas dispuesto a renunciar. De cuánto sufriste y podrías haber seguido sufriendo.

Y sí. En algún momento llegará alguien que... Pero, en ese momento, tú serás otra persona. Estarás preparado, dispuesto y en plena forma para volver a luchar. Y salir más ileso esta vez.

Todo gracias a esto. A este momento. Al poder y efecto que tiene la desaparición de alguien. Porque el olvido sólo es olvido cuando olvidas de verdad. Y por eso no te das cuenta de cuándo se produce. De en qué momento olvidas. Pero esa es una buena señal.

Es una de esas cosas maravillosas que tiene la vida. La magia de seguir adelante, de buena gana. De seguir luchando. Y de ser feliz. En tu pequeño paraíso de paz y armonía contigo y  nada más que contigo.

Te deseo, que seas muy feliz. 

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