Cuando te veo así,
tan calmado y en paz,
tan relajado entre mis brazos,
me pregunto por qué no te encontré antes.
Dónde estabas 
cuando más falta me hacías
Me arrepiento por cada vez que discutimos, 
y maldigo los recuerdos de todas las veces 
que nos hemos dejado de hablar.
"Pero qué tontos somos los dos", 
quiero gritarle a nuestros fantasmas del pasado.
Sabiendo que juntos, somos invencibles. 
Que compartimos este remanso de paz.
Esta burbuja, 
tan tuya, tan mía, 
tan nuestra,
que nada ni nadie puede penetrar.
Este rincón,
este lugar abstracto 
llamado 'amor y felicidad'.
Este, 
en el que hay un cartel invisible a la entrada
que dice algo así como 
"dejar los malos rollos atrás, para poder entrar".
Un recordatorio que, 
en realidad, 
nunca leemos, 
porque no hace falta ponerle reglas 
ni condiciones 
a las cosas que salen del alma. 
No he hecho nada, sueles decirme, 
en todas y cada una de mis sonrisas bobas 
cada vez que tienes el gesto más romántico del año,
por enésima vez este mes.
Son cosas que salen de forma natural,
tan natural como cada una de las situaciones 
que me hizo y hace 
-aún hoy-
enamorarme cada vez un poco más de ti.
"¿Qué fue lo que te enamoró de mí?", te gusta preguntarme.
Y yo solo oculto una tímida sonrisa, 
miro al suelo, 
y me pregunto una vez más,
cómo puedes ser tan real,
tan mágico,
tan tú.
Por dónde empezar
Cada vez me demuestras más que tengo razón,
cuando te aseguro que eres tú 
quien hace de esta relación 
la película en la que vivo desde que te conocí.
Que llenas de magia cada uno de los momentos más simples. 
Y de sueños y fantasías cada una de nuestras historias.
Tú, con tus cosas 'al natural',
tu creencia en el amor romántico 
que a veces supera incluso a la mía
-y eso ya es decir-
Tú,
y esa inocencia tan genuina 
de que si fuera por ti, 
hasta la más fuerte de nuestras discusiones se fundiría, 
en dos minutos y medio, 
con un beso. 
Y a otra cosa.
Para no volver a existir jamás.
Y esto es tan poco exagerado, 
que tu frase en realidad siempre es: 
"No deberíamos discutir así, 
estos no somos nosotros".
Y yo, entonces, 
quedándome -¡yo!-
sin palabras, 
una vez más contigo, 
sonrío de nuevo, y me digo:
Ojalá nunca te despiertes 
de lo que sea que te tiene hechizado a mí.
Porque tú cada segundo me demuestras 
que yo nunca seré capaz de hacerlo.

 
No hay comentarios:
Publicar un comentario