Hoy, queridos amigos, en tiempos de coronavirus, os voy a contar una de las historias más mágicas y maravillosas que me pasó nunca, para que volváis a creer en esta vida loca y que nunca deja de sorprendernos.
Resulta que hace casi 4 años, yo vivía en Francia y estaba de Au Pair. Estaba bastante mal ahí, todo hay que decirlo, probablemente la peor experiencia de mi vida, pero una que -como todas las malas experiencias- trajo muchas cosas buenas. Entre ellas esta, probablemente, la mejor. 
Cuando se acercaba navidad, yo tenía claro que no podía volver. Los padres trabajaban en turnos muy raros y no tenían vacaciones, así que a mí me quedaban como 4 días libres y los vuelos eran muy caros. Sin embargo, la madre era azafata y tenía descuentos en vuelos que, algunas veces, podía pagarme. Total que me dije: ¿y si miro a otro sitio?
He de reconocer que la idea de viajar sola y pasar una Navidad en otro país siempre me pareció una loca idea maravillosa de las de escapada de película, pero a la vez mi año anterior tampoco pasé navidad en casa porque estaba en México y ya me faltaba.
Al final, ganó mi lado de “es ahora o nunca, y no me voy a quedar sin probarlo”, premisa gracias a la cual he hecho todo lo que he hecho en mi vida, o nunca habría hecho nada por miedo. Y ahí estaba buscando vuelos. El más barato: Ámsterdam.
No me pareció una mala idea para pasar una Navidad ni para hacer un viaje sola, siendo una capital y una ciudad libre y cosmopolita. Dije pues va, se acabó. Lo hago y fin. Lo que sí tenía claro era que me quedaría en un hostel para jóvenes donde, al menos, no estaría sola sola.
La otra opción, también cabe decirlo, era pasar navidad con la familia y SU familia, y eso era un NO rotundo. Y nada ahí estaba yo llegando sola a Amsterdam la primera vez que hacía un viaje sola en mi vida, con 22 años. Arreglándome (y perdiéndome) con trenes, buses, etc.
También la verdad es que las opciones de transporte en Amsterdam son muchas y no había mucho problema con eso. Llegué al hostel, de noche, después de perderme por las calles de Ámsterdam con la maleta, si no recuerdo mal un 22 o 23 de diciembre.
Me fui a la habitación de 6 personas (en ese momento vacía, afortunadamente), dejé mis cosas, llamé a mi madre, luego llegó uno de los chicos, se fue y luego bajé al bar. El hostel tenía un bar maravilloso. El chico de la habitación me presentó a otro y nos fuimos a un bar de la calle del hostel. Y pues ahí hice una historia en Snapchat (que por entonces se usaba) marcando la ubicación de Ámsterdam. Y al poco tiempo me responde una chica que conocí en Mexico, que había sido una de mis compañeras de clase, pero que nunca habíamos hablado demasiado. Me preguntó si estaba en Bélgica y que ellas estaban en otro lugar (ella y su amiga), ambas estaban de intercambio en Sevilla y yo solo tuve tiempo de verlas una vez antes de irme a Francia. Conocieron a una chica de Erasmus de Bélgica e iban a visitarla. Total que me pareció muy divertido pero sin más. Les respondí que sí y bueno que si pasaban por allí que al menos nos veíamos un rato y les dije el nombre del hostel y todo. Ahí todo normal. Al día siguiente me fui a hacer turismo sola, mi lista de museos mis calles y mi mapa.
Por cierto más que viajar sola, hacer turismo sola es de las cosas más geniales de la vida: puedes pasar el tiempo que quieras en los sitios sin dar cuentas a nadie, ir donde quieres, organizarlos como quieras, comer donde quieras... Aunque también tiene su parte triste de no poder comentarlo con nadie (como cuando visité la casa de Ana Frank), o de ser totalmente anónima y sentir que nadie sabe que estás allí, en un sitio como Ámsterdam lleno de gente. 
También he de decir que, bueno, leyendo y hablando por ahí, debo de ser una de las pocas personas que hace turismo en Ámsterdam y no va por las drogas y la fiesta. Y bueno quería decir que no sabéis lo que os perdéis la verdad, porque es una ciudad muy mágica, la segunda con más museos de Europa (después de Londres) y cuenta con el único museo de sexo (muy maravilloso por cierto), más un museo de prostitución que es una locura que te deja muy mal cuerpo, y alguno más. Y la gente es muy muy acogedora en la ciudad. 
En fin que una genialidad el día. Y ya a eso de la tarde cuando volví al hotel a ducharme etc recibo un mensaje en Snapchat de la chica mexicana diciéndome que estaban en Ámsterdam y yo dije ¡¿DÓNDE?!
En tu hotel.
Cómo?!
Sí, que hemos preguntado si había sitio y nos quedamos en tu hotel al menos una noche. 
¡¿QUÉ HABITACIÓN?!
No recuerdo el número. Pero me empiezo a reír y casi lloro.
La misma que yo.
Total que subo a la habitación o bajan, no recuerdo la verdad, y nos damos el abrazo más fuerte y maravilloso de la vida. Cabe decir que, bueno, después de vivir un año en México, que para mí fue un sitio mágico e increíble y una gran parte de mi vida, reencontrarte con alguien de allí en Europa (ya en Sevilla fue mágico), es una locura que te hace muy feliz y llena mucho como persona. Igual que quien sea que se haya reencontrado con compañeros Erasmus incluso aunque no fueran muy amigos en el momento. Pero, además, el hecho de estar en un viaje en Navidad sola en un sitio desconocido y que por casualidades mágicas de la vida te encuentres a dos chicas de México en el mismo lugar los mismos días y hotel, y las manden a tu misma habitación, es de verdad una locura surrealista. De hecho yo a la otra chica ni la conocía y la abracé como loca igualmente. 
Y nada. Pues el resto qué os voy a decir, nos pusimos al día, nos bajamos al bar, nos fuimos a pasear, al día siguiente nos recorrimos museos, nuestra cena de nochebuena fueron snacks del bar del hostel y acabamos en un bar donde el camarero vestido de irlandés y todo el mundo del bar hizo una piña y celebró juntos cantando, desayunando a la mañana siguiente por ahí (uno de mis sueños de siempre la mañana de navidad) con la gente gritándose feliz navidad por todas partes... 
Pasamos dos/tres días de fiesta hasta las 5 am y en planta a las 7 am para llegar al desayuno del hostel y recorrernos Ámsterdam para llegar a todos los museos, comiendo por la tarde para no perder tiempo, viendo mercados navideños, emborrachándonos en el museo de Heineken (más por cansancio que por alcohol, la verdad) y gritando y riendo y llorando por todas partes, descubriendo y adorando la vida, no por borrachera sino por felicidad.
Y bueno, esa es la historia de la navidad mas loca y maravillosa que pasé nunca, en Ámsterdam, donde fui sola y acabé con dos mexicanas de mi año de intercambio en Cancún.
Y bueno también quería decir que fue de los sitios menos tóxicos que visité, ni yo sola ni nosotras solas tuvimos ningún problema estando por ahí, ni de día ni de noche, ni tonterías de fiesta. Fue MARAVILLOSO, solo nosotras tres. 
También es muy gracioso pensar que yo con esa chica apenas hablé dos o tres veces en mi año en Cancún. Y bueno la razón por la que cuento todo esto, es que hoy soñé con ella y nuestro reencuentro, y le escribí para contárselo, apenas nos enviamos un par de mensajes al año, pero cuando lo hice, me llamó “hermana”, y me dijo que recordaba que dijimos que esa Navidad se la contaríamos a nuestros nietos. Yo creo que cuando la estábamos viviendo, aun cuando la estábamos aprovechando al máximo, no nos creíamos que estuviera ocurriendo. No nos dábamos cuenta de la magnitud. Y bueno, hoy, 4 años más tarde, apenas hablando, ese vínculo sigue ahí. Y lo más doloroso de soñar con personas que te marcaron tanto, es no saber cuándo (ni si alguna vez) vais a volveros a ver.
Como muchas otras personas de México con las que tuve y aún hoy, 5 años más tarde, tengo vínculos maravillosos. Y no es un “no sé cuándo nos vamos a ver” de cuarentena, o de no tenemos tiempo. Sino más bien de “vivimos en continentes distintos con situaciones económicas muy diferentes”. Y es duro. Y doloroso. Yo hace 5 años que los dejé a todos. Pero a la vez la vida es mágica y maravillosa y no cambio nada de todo esto, ni aquello. Así que por favor, aprovechad la vida, y sacad tiempo para ver a la gente. De verdad. Es magia.
 
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