miércoles, 24 de febrero de 2021

Me duele

Hace dos semanas que me duele el hombro. 

A veces creo que realmente me lo he roto.


Recuerdo cuando alguien me dijo una vez que desarrollaba dolores por sus problemas psicológicos, 

que se reflejaban en los físicos. 


Recuerdo a una amiga que tuvo una úlcera por pura ansiedad, 

y a otra a la que le quitaron la vesícula.


Me duele la espalda cada vez que hago un movimiento brusco.

Y el dolor es tan fuerte que hace que se me salten las lágrimas.


Pero anoche también me dolía el brazo.

Me desperté de una pesadilla y descubrí cuánto me pesaba todo.


Y luego también me dolía el estómago. 

Tenía incluso ganas de vomitar.


Y en ese momento, deseé que me llegara ya la regla. 

No sabes cuánto lo he deseado en estos días, 

para así doler en paz, 

y darle tregua a mi cabeza. 

Aunque sea una tregua pequeña.


Supongo que la sensación debe ser algo así como el cliché de chico duro y roto de película, 

queriendo que le den una paliza

para que le duelan más los golpes 

que el alma.


Lo de la espalda, al final, me da igual.

Solo me doy cuenta cuando me duele, 

cuando me muevo de determinada manera.


No ocurre lo mismo con el mental. 

Contigo.

Ni con el hecho de que no pueda comer,

porque todo me da asco. 

Y que el problema no sea con la comida,

sino con cómo me siento.


Recuerdo cuando desarrollé una infección durante mi relación más tóxica.

Qué ironía y juego de palabras.

Y otra condición en mi segunda.

Que me dolía cada vez que salía una discusión de nuevo.


Supongo que al final, 

por mucho que digamos, 

las personas somos incapaces de soportar el dolor interior. 

Y que siempre es preferible mil dolores físicos, 

que sentir que el corazón se te cae a pedazos.

Sentir el vacío en el estómago por no poder comer, 

aun con hambre, 

que esas ganas de vomitar 

de pensar que estás comiendo mientras tu alma está vacía.


Fuiste el remedio y ahora eres la enfermedad.


Y la verdad, 

ojalá me duela algo más, 

de nuevo. 

Que no seas tú.

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