17 de junio de 2021
Bucarest, Rumanía
Querida alma gemela (esto es: mi mejor amiga),
Qué curioso, así como pasó con él, ¿verdad?
Hoy se suponía que iba a ser un día especial. Para mí y para varias personas a mi alrededor. Estaba lleno de señales y coincidencias. De esos en los que dices "hoy va a ser un buen día", "hoy todo va a ir bien", y yo tenía muy buenas sensaciones.
Al final no lo ha sido. Todo ha salido mal. O al menos no como se esperaba. De forma bastante rara.
El caso es que, volviendo a casa -no sé si te lo conté, pero ya dejé de ser sociable de nuevo. Sabía que era cuestión de tiempo, pero no esperaba que me llegara tan rápido ni tan fuerte-, así que de regreso a casa, cuando todo el mundo salía, cuando las chicas con las que estaba iban a reunirse con todo el grupo y yo no quise ir, no sé si fue el calor, no sé si fueron las sensaciones, pero tuve otro deja vu.
Ya ni siquiera es algo concreto. Ni siquiera son recuerdos. Ni sé exactamente qué siento ni por qué. Solo sé que lo siento. Me siento allí durante un segundo. O me siento aquella yo. Y se me olvida por un momento dónde estoy realmente. Me confundo. Y al segundo siguiente me doy cuenta de que no es cierto. Y empiezo a sentirme mal.
A veces llega cuando estoy más feliz, cuando no viene ni a cuento, como hoy, como aquel día en el paseo, y me hace derrumbarme completamente.
Otras veces sucede cuando estoy más triste, y, al contrario, me hace sonreír.
Ya no sé si lo echo de menos, o si me echo de menos a mí allí, o si lo único que me pasa es que quiero volver a un tiempo que ya no puede ser. O si de verdad tiene tanto significado para mí que no puedo pasar página.
Tampoco sé exactamente qué produce en mí, si es bueno o malo, y no sé definirlo con palabras.
No me enseña nada, no me trae recuerdos, no me transporta, simplemente es una sensación que de repente me recorre el cuerpo como si fuera una ventisca de dos segundos, me hace sentir algo familiar -demasiado familiar-, y desaparece tan rápido como vino. Dejándome vacía. Esa maldita sensación de vacío que me hace sentir -hoy lo ha hecho de nuevo- como si fuera una impostora. Viviendo una vida en un lugar y en unas circunstancias que no son más que la tapadera para no vivir la que realmente quiero vivir. De repente toda la felicidad se va en dos segundos y me cambia.
¿Por qué cambio? Me pregunto.
Cómo se puede cambiar tanto. En tan poco tiempo. Qué será lo que piensen todas esas personas que me conocieron de otra forma cuando llegué. Y quién soy realmente de las dos. ¿O acaso soy todas? ¿Cómo se puede ser todas a la vez, tan distintas, tan opuestas, tan incompatibles?
No te voy a mentir. En ocasiones como esta, también lo extraño a él. A ellos.
Realmente no sé a quién extraño. Creo que los extraño a todos. A esos amores que han tocado mi vida de una u otra forma. A los buenos y malos. Incluso a los que sé que hice bien en dejar. Incluso a los que nunca fueron. Pero a veces vienen los recuerdos y extraño hasta al último de ellos, lo que teníamos, lo que hacíamos, a ratos hasta quién era. Solo a ratos.
A veces extraño tanto y tantos que ya no sé realmente a quién o qué extraño.
Me pregunto si la vida es esto. Si a partir de cierta edad, no es que la vida se convierta en algo horrible, como nos hacían creer de pequeños, sino que acumulamos tantos recuerdos, tantos traumas, tantas despedidas, tantos cambios, que ya es imposible desaprender lo aprendido, desconocer lo sabido, y seguir adelante sin que nada importe.
Ahora entiendo a la gente mayor que desea morir, ¿te puedes hacer una idea de lo que supone cargar en tus hombros tantas décadas de corazones rotos y personas perdidas? Entiendo, cada vez más, que en un cierto momento puedas literalmente morir por tener el corazón roto: no creo que soportásemos muchos años más cargando con tantas penas, con tanto conocido, con tanto perdido.
¿De qué va la vida realmente?
Siempre tuya,
tu hermana en alma
Irene.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario