sábado, 18 de febrero de 2023

El agujero negro de las relaciones

 Hay una cosa muy importante en el "amor" de la que no se habla.


Se habla de amar por encima de todo,

de que el amor todo lo puede, 

de que las relaciones requieren sacrificio y siempre ambos están dispuestos a hacerlos (ja!).


A dar, a dar y a dar, sin esperar recibir nada a cambio,

porque en el mundo ideal de las relaciones románticas,

las que vemos en películas y series,

oímos en canciones y leemos en libros,

o nos cuentan en leyendas, 

ambos dan y dan y dan.

Y, cuando no lo hacen, con una simple conversación de un par de frases, se llega a un acuerdo, y todo cambia.


Imaginaos si la gente cambiara realmente tras apenas un intercambio de unas cuantas frases


Se habla de nunca rendirse,

de intentarlo hasta no poder más,

de que la gente de la que nos enamoramos siempre merece la pena.

Y, sinceramente, de todas las mentiras habidas y por haber en cuanto a relaciones, creo que la de pensar que enamorarnos de una persona la convierte automáticamente en merecedora de toda nuestra atención y esfuerzos, ha hecho más daño que todos los príncipes azules y damiselas en apuros juntos.


La mayoría de la gente que alguna vez nos gusta, no merece la pena.

O tal vez buscamos gente que no merece la pena, para enamorarnos.

Que, pensándolo bien, imaginaos si de verdad nos enamoráramos de quienes merecen realmente la pena

Habríamos estado casados a los doce años.


La mayoría de la gente no te va a corresponder,

o esto sería la fiesta de las bodas.

La mayoría te va a tratar mal, 

o no tendríamos cómo encontrar a las personas buenas - en comparación-.


Pero viene aquí el mayor problema de todos, 

el "no problema" del que nadie habla.

El que va más allá de que el amor lo tiene que poder todo,

y cada persona en una relación también.

De que solo necesitas amor, y el resto irá solo

-incluida la relación, imaginad-.


El problema viene, cuando no hay problema aparente.


Cuando haces todo lo que se espera de ti,

cuando sacrificas y haces esfuerzos y te portas bien,

cuando cedes y complaces a la otra persona y pides para que te complazcan.

Cuando das, das y das. Y te piden que des más. 

Cuando estás enamorada y merece la pena.

Cuando te corresponden.

Cuando te tratan bien

-según tu juicio-.

Cuando nadie ha engañado,

cuando todos quieren seguir y luchar por ello,

por el amor. Intentarlo. Hasta el final.


El problema viene cuando la gente se desgasta por intentarlo hasta el final.

Cuando la relación se pudre de tanto forzarla.

Cuando la comunicación se rompe de tanto obligarse a usarla para todo.

Cuando todo lo que rodea al amor, se vuelve algo total y absolutamente agotador.

Tan agotador que acapara la relación entera, y a todas las personas en ellas.


El problema viene cuando dos personas, 

aun cumpliendo todos los requisitos de las relaciones,

del amor, de las ganas, del esfuerzo y del querer.

El problema está cuando por literalmente cualquier circunstancia,

llámala cultura, edad, historia, experiencias,

llámala idioma, situación, momento de su vida, ganas,

llámala simplemente energía.

Cuando estas dos circunstancias, cualesquiera sean, no se comparten.

O son opuestas. O no son compatibles. O están muy desfasadas.


El problema viene cuando no hay problema aparente.

Cuando es tan poco aparente que parece que no hay problema ninguno, 

pero aun así no funciona, y se sabe que no funciona,

y se intenta y se intenta hasta desgastarse,

hasta destrozarse mutuamente,

porque eso nos han enseñado siempre:

que a no ser que haya fuerza de causa mayor,

aquí se aguanta.


Se quiere a quien te quiere,

y te quedas con quien quieres.


Y cuando ya no queda nada de ambos,

nada de la relación, 

de los momentos, 

de la comunicación,

de la vida compartida, 

de la magia, de la intimidad, del cariño, del sexo,

de las miradas, ni tan siquiera del ambiente.

Cuando ya no quedan más que dos zombies jugando a seguir juntos pasivamente,

entonces se acaba.

Teniendo que haberse roto por el camino. Todo y todos.

Teniendo que sufrir. Teniendo que hacer daño. Teniendo que doler y teniendo que reconstruirse.


Porque hasta que no está roto, no te atreves a decir, a admitir, a compartir, a tan siquiera aceptar,

que igual que ninguna persona puede exigir nada de nadie, 

ninguna debe dar, hacer o convertirse en algo para lo que no está preparado.

Y ninguna, debería renunciar a lo que sí quiere y necesita, porque la otra persona no esté preparada.


Y eso, señoras y señores, es una mayor incompatibilidad y fuente de más problemas en el amor que cualquier otra.

Y eso, es un problema de causa mayor. Muy mayor.

Que ningún amor incondicional, ni la mayor compatibilidad, ni la más preciosa historia de película, puede resolver.


Porque, por mucho que nos pese, la mayoría de las historias no tienen un malo y un bueno. 

Ni un final claro y abrupto.

Sino una persona que necesita algo en un momento, que la otra no puede darle. 

Y una persona a la que le exigen algo, que en ese momento no puede dar. 

Y por qué debería nadie renunciar a sus deseos, a lo que quiere y a lo que necesita en un momento determinado, por alguien más.


Aunque ambas, se amen. Aunque sean perfectas juntas y para el otro.

Aunque sea un amor de película. 

Aunque se intente un millón de veces. 

Aunque se luche hasta el final.


Por qué. 


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