Sigo teniendo miedo. Mucho. 
De ver más películas y series, que libros leo.
De tener tanto miedo a quedarme sola conmigo misma,
que ya no saco una libreta,
que ya no envío correos,
grabo audios,
contesto mensajes...
De sumergirme en videojuegos
-que no me quejo-
pero que no hacen más que sacarme de la realidad.
De soñar con casa y las personas que son hogar,
noche tras noche,
sin atreverme a dar el paso en la realidad
- ni saber cómo hacerlo-.
De dudar,
cada dos días,
de nuevo,
de mi situación.
De preguntarme,
cada semana,
si soy feliz
o sólo me estoy evadiendo de ser infeliz.
Me distraigo, como cuando apareció la televisión.
Tenemos tantas cosas con las que evadirnos hoy....
Y yo,
últimamente,
no paro de descubrir más.
Tenía la vida,
la felicidad,
los riesgos,
las experiencias,
la locura,
las personas.
Y nunca me bastaron.
[Pero, ¿realmente se puede vivir de eso, para siempre?]
Ahora tengo cosas y más cosas.
Acumuladas.
Esperando ser leídas,
miradas,
jugadas,
escuchadas,
disfrutadas...
Una lista infinita que crece por día.
Cualquiera estaría más que feliz, ¿verdad?
Que anula mi creatividad.
Que hace tan fácil no tener que hablar conmigo misma.
Eso y la compañía.
[¿No hablo conmigo porque estoy distraída, o me distraigo para no tener que hablar conmigo?]
Por primera vez en mi vida,
entiendo a la gente que se rodea de cosas para ser feliz.
Creándose una ilusión de vida.
Pero no lo son. Felices.
Y no me escucho.
Sigo pensando, 
cada vez más, 
que nunca seré completamente feliz, 
o me sentiré completamente llena, 
con nada de lo que tenga. 
Con nada de lo que haga. 
La ambición,
y los sueños, de película,
y los sueños, de película,
se convirtieron en mi mayor prisión.
*Por primera vez entiendo, realmente, la razón de la popularidad y el éxito de las redes sociales...*
 
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