domingo, 15 de marzo de 2020

Ser adulto es lo más parecido a ser niño

Estoy volviendo a ser niña.

A veces siento que estoy tan dentro de la vida de adulta, y a la vez tan fuera, que me he ido desligando de todo lo que era yo. De todo lo que me gustaba.

Ahora, haciendo esto, leyéndote, escribiendo, escribiéndote, recordándote, recordándonos...
Me gustaría decirte que en realidad parece que casi estoy volviendo a mi niñez. 
Que esto es un renacer.

Leerte, series, oscuras, música, videojuegos, sin preocupaciones...

Supongo que a veces el problema es más bien el de volver a nacer, sin que tu vida anterior influya.
Supongo que, al final, cada uno tiene su forma de "recordar". Y de lidiar con el pasado. De volver a él.
Sin embargo, ¿no es irónico? ¿Que sea justo dentro de la mayor adultez posible cuando siento que vuelvo a ser una niña?

Supongo que, después de todo, ser adulto es un poco como ser niño, como jugar a las casitas, pero con cosas reales, sólo cambiando el tipo de responsabilidades que tienes.
Estudiar versus trabajar.
Problemas grandes versus problemas pequeños.
Perdonar a alguien versus enfadarse.
Problemas de pareja versus "novios" en el colegio.

Al final, curiosamente, supongo que la vida siempre va de lo mismo.

Aunque de pequeños pensemos que hay un abismo enorme entre ser niño y grande, que queramos crecer y a la vez no, que no creamos ser capaces de manejar ese tipo de responsabilidades, vida, y problemas. 
Que algunos hasta desarrollemos un trauma al respecto...

Y, sin embargo, sigues sin saber resolverlos cuando te llega la hora.

Siendo niña creía que cuando alguien es adulto se sentía adulto.
Pues bien, he de decir que aún hoy, yo sigo sin sentirme adulta. 
Tu perspectiva no cambia nada. 
Tu forma de pensar va evolucionando según vives, pero yo sigo sintiendo que todavía pienso como cuando era niña -obviando, por supuesto, lo aprendido-. 

Y ahora, después de todo, tanto sufrimiento y problema, resulta que la vida va siempre de lo mismo. Sólo que en distintas etapas y grados: cumplir con tus responsabilidades, ganar dinero, encontrar qué hacer con tu tiempo libre, rodearte de quiénes la viven contigo y, en la medida de lo posible, disfrutar de lo que haces.
(Y, al parecer, nunca estar conforme y estar siempre siempre lamentándose.)


La vida en pareja no está mal. Pero es como algo conocido.
Últimamente he vuelto a jugar a videojuegos en consolas que hacía años que no tocaba.
Hemos comprado juegos, de mesa y para consolas.
Me ha traído muchos recuerdos, y he vuelto a ser niña.

Últimamente, por primera vez desde esos años de juegos, he conseguido disfrutar del tiempo libre como lo hacía de niña. Sin sentirme culpable, sin sentirme frustrada. 
Y me he dado cuenta de que, si encuentro un trabajo idóneo, la vida podría seguir siendo eso. 
Volver a casa del cole (trabajo), hacer la tarea (labores domésticas) lo más rápido posible y ponerme a jugar, leer, ver películas, sin preocuparme de nada más hasta el día siguiente. 
Esperar al viernes, al fin de semana, para estar con mi familia y para tener más tiempo para hacer lo que me gusta.
Compartiendo estas actividades con las personas que viven conmigo (antes mis padres y hermano, ahora él).
Sin frustrarme. Sin esperar más de la vida. Sin necesitar más. 
Como cuando era verano y no había que pensar mucho porque el curso comenzaría otra vez. 
Sólo se trataba de aprovechar el tiempo hasta entonces.

Véase la similitud con la niñez.

Y digo la niñez, porque no tengo problemas de amor o desamor, de "chicos", como de adolescente; cuando tenía tantas crisis existenciales, tantos problemas de identidad y encajar, decidir tantas cosas y elegir mi futuro (algo que no he de hacer por ahora).
Porque no tengo compromisos fuera o que decidir con quién salir ni a dónde, sino que voy donde mis padres (él) vayan, o decidimos juntos, sin que nadie más se ponga en medio.

Supongo que la otra gran razón que me hace sentir niña es volver a tener a alguien que se "ocupe" de mí (como mis padres en su momento), sin que yo tenga que pasar por todo y hacer todo sola; y yo de él (como de mi hermano en otro tiempo). 
Sin tener que cuestionármelo todo. 

Estoy aprendiendo, de nuevo, como un renacer, a convivir, a formar parte de algo, a no estar sola.
Ahora entiendo por qué a esto también se le llama familia.
Ahora comprendo por qué así nacen las nuevas.
Son lo mismo, con factores y circunstancias presentados de otra forma.

Él no me presiona. 
Él no cuestiona que no haga nada, sino que aplaude que tenga tiempo para mí y lo que quiero. 
Me apoya y da espacio. Me permite volver atrás, ser una yo que creía que ya no existía.

Quién iba a decir que ser niña, esposa, hija o madre se sentían casi de la misma forma.

Qué alivio, ¿no?
Que volvamos a ser algo que ya fuimos, y no tengamos que aprender a ser algo nuevo.

Ahora entiendo lo de sentir a alguien como "mi casa". 
A él. 
Hogar. 
Familia.

Y a veces me pregunto, ¿en qué momento olvidé cómo ser niña? 
¿A medio camino hacia la adultez? ¿Como si nunca fuéramos a volver a serlo?

Aunque ahora, si todo esto es cierto, aunque sólo sea en mi mente, todo lo que siento es alivio.
Alivio de que la vida no sea siemprea avanzar, avanzar y avanzar sin que importe el pasado.
De que no todo se aprenda para desaprender u olvidar. De que no todo sea nuevo.
De que no todo sea sentirse perdido. A veces te encuentras. Y lo encuentras.
De que algo se sienta parecido a algo. Familiar. Sin cuestiones.
De que, al fin y al cabo, vengamos a este mundo para amar y ser amados.
Y de que, cuando lo encontremos, lo toquemos y sea hogar, lo mantengamos y se convierta en familia.
Y, con suerte, sea nuestra historia de vida y la historia que dará lugar a otras vidas.
Qué bello es vivir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario